miércoles, 13 de junio de 2007

Décimas Pésimas

Por no tener auspicio
Es que no tengo vergüenza
Para escribir tan inmensa
Burla a mi voz y a mi juicio.
Como cualquiera vicio,
Éste tiene su precio,
Este escribir adefesio,
Que es una mofa a la estética,
No deficiente, patética,
Me ha de hacer pagar por necio.

Por mi pasado que llaga,
Siempre, mi prosa, repito
Y con el drama compito,
Siendo el lector el que paga.
Ésta, que es sólo una daga,
De una infinita armadura,
No hay pena alguna que cura,
Pues su apariencia escuálida
Y su arrogancia tan pálida
No mata, pero tortura.

Mucho metal, poco plomo,
Siendo mi estado terrible,
Y es que mi queja irrisible,
Casi, no en serio la tomo.
Cuando, hacia el suelo, me asomo
Desde mi lecho de muerte,
Triste, maldigo mi suerte,
Su acaecer tan irónico
Deja a este trágico crónico
Con su paciencia inerte.

Tanto he cavado mi fosa,
Sin que mi huesa aparezca,
Sin que mal serio padezca,
Que uso no tiene esa cosa.
Tanto devoto mi prosa
A lo profundo del suelo,
Pero no encuentro consuelo,
Ni algún veraz sucedáneo
Que le de paz a mi cráneo,
Algo de aire en mi cielo.

En estas líneas vacías
Digo, pero que estoy loco,
Talento, no tengo poco,
Para escribir naderías.
Son mis angustias tardías
A las que apunta mi dardo,
Por mi complejo de bardo
En un esfuerzo estrambótico,
Para llamarme neurótico,
Todo un poema me tardo.

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